La solemnidad, el fervor y la exaltación espiritual caracterizan las composiciones conocidas como marchas e himnos, formas musicales cuyos respectivos orígenes se sitúan en el acompañamiento musical a las unidades militares y en los cánticos religiosos de la antigua liturgia.
Las marchas representaron en origen una forma musical caracterizada por una métrica precisa y fuertemente acentuada con el fin de facilitar los desfiles militares. El género fue posteriormente adoptado por diferentes modalidades musicales en las que transfiguró en cierto modo su primitivo sentido.
Los himnos, por su parte, son composiciones de naturaleza poética y musical destinadas a adornar las celebraciones litúrgicas, deportivas o patrióticas. En este último contexto se establece el concepto de himno nacional, como canto o marcha de exaltación de la patria que, junto con el escudo y la bandera nacional, conforman la simbología de un país. Evolución musical de la marcha
El origen de las marchas militares europeas se sitúa en las invasiones turcas del Medievo. Las célebres marchas turcas consistían en una sección musical central, sólida y rítmica, acompañada por una o más secciones de contraste llamadas tríos.
Esta modalidad musical se introdujo pronto en las óperas y oratorios de los siglos XVII y XVIII, como puede apreciarse en las composiciones de Georg Friedrich Haendel y Jean-Philippe Rameau, y en diversas obras musicales de grandes maestros como Joseph Haydn y Wolfgang Amadeus Mozart. La afición de la corte francesa de Luis XIV por las marchas militares impulsó la creación de numerosas bandas, y esta tradición se mantuvo durante la época revolucionaria de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Ludwig van Beethoven, seguidor incondicional de los ideales de la revolución que creyó encarnados en Napoleón Bonaparte, compuso varias marchas de inspiración francesa, plasmadas especialmente en su Sinfonía número 3, "Heroica". La marcha se instauró en los gustos musicales decimonónicos y adoptó diversas formas: guerrera, fúnebre, nupcial, folclórica, etc.
Durante el siglo XX, compositores como Igor Stravinski y Serguéi Prokofiev emularon satíricamente las marchas decimonónicas, y el género decayó notablemente, reducido a actos deportivos, patrióticos o militares y a representaciones teatrales.
Origen y evolución del himno
La música litúrgica que acompañó desde tiempos inmemoriales a las celebraciones rituales y religiosas de las diferentes culturas dio origen al nacimiento de composiciones y cánticos de muy variadas formas y significados que recibieron el nombre de himnos. Estas obras consisten fundamentalmente en textos y fragmentos versificados de libros sacros que se musicalizaban según unos cánones más o menos libres.
A lo largo de la historia se han modificado los estilos y preferencias empleados en los himnos. Las tradiciones copta, siríaca, hebrea, griega y latina de los primeros siglos de la era cristiana, íntimamente relacionadas en el marco de la cultura oriental mediterránea, evolucionaron desde el canto monódico, es decir, de una sola voz y métrica sencilla que diferenciaba cada sílaba, hasta obras de inspiración y ejecución más compleja y, en algunos casos, polifónica o de varias voces superpuestas. Las diferentes escuelas monacales de la edad media elaboraron colecciones de himnos que se extendieron por toda Europa. El influjo humanista y neoclásico del Renacimiento inclinó al pontificado a revisar los himnarios y ajustarlos a las métricas y doctrinas del latín culto. Se constituyó así el llamado himnario romano, empleado por la Iglesia Católica hasta el siglo XX.
La música culta ha hecho uso del himno como forma musical incluida en obras de mayor envergadura, como óperas y oratorios, y con un sentido religioso y profano. Compositores como Guillaume Dufay, Giovanni Pierluigi da Palestrina, Beethoven y los autores románticos convirtieron este género en habitual en las salas de concierto y en los teatros musicales.
Himnos nacionales
Expresión musical de la colectividad de un país, el himno nacional forma un capítulo independiente en el ámbito de la himnología, en cuyo contexto global se encuadran también las diferentes ramas de sus manifestaciones litúrgicas, tales como las griegas antiguas o las grecocristianas.
El que probablemente sea el origen de los himnos nacionales es el canto revolucionario francés conocido como la Marsellaise (1792), compuesto por el militar Claude-Joseph Rouget de Lisle con el título original de Chant de guerre pour l´armée du Rhin (Canto de guerra para el ejército del Rin). El himno pasaría a convertirse en la encarnación musical de los ideales de Francia. A lo largo del siglo XIX, y aun con posterioridad, todos los países incluyeron en su simbología un himno que generalmente solía ser un canto vinculado a la monarquía, en las naciones de tal régimen, y una exaltación de la independencia nacional en los países de gobierno republicano.
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