**Bienvenida**


"La música en la educación general no apunta a la formación de especialistas en un área dada, sino a la promoción del desarrollo pleno de las facultades totales del hombre siempre en orden al aprovechamiento personal y colectivo de las potencialidades individuales." (Frega, 1998, p. 20)

Les damos la más cordial bienvenida a este blog.
Profesor de Educación Musical Limón.
oscar.mora.chinchilla@mep.go.cr

domingo, 21 de febrero de 2010

NOSOTROS SOMOS PARTE DE LA TIERRA.

El texto que sigue es la respuesta del jefe de los indios duwamish, Seattle, a los representantes del gobierno norteamericano que, en 1855, querían comprar el territorio de la tribu, derrotada y agotada después de una larga guerra.
 



"El Gran Jefe de Washington nos ha enviado un mensaje diciendo que desea comprar nuestra tierra.


¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la Tierra?

Dicha idea nos es desconocida.

Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrían comprarlos ustedes?

Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los oscuros del bosque, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado en la memoria y el pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas.

Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos por las estrellas; en cambio nuestros muertos nunca pueden olvidar esta tierra bondadosa, puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del hombre y el caballo, todos pertenecemos a la misma familia.

Por todo ello, cuando el gran jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras dice que nos reservará un lugar donde podremos vivir confortablemente entre nosotros. El se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos.

Por ello, consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Pero esto no es fácil, pues esta tierra es sagrada para nosotros.

El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente agua sino que también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra deben recordar que es sagrada y deben enseñar que es sagrada a sus hijos y que cada reflejo fantasmagórico en las aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi madre.



Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos a ustedes nuestras tierras, deberán recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y que también los son suyos; y que por tanto, los deben tratar con la misma dulzura con que se trata a un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vivir. El no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga, y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle nada. Secuestra la tierra a sus hijos, y tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son pronto olvidados.

Trata a su madre, la tierra, ya su hermano el firmamento como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cubetas de colores. Su apetito devorará la tierra, dejando sólo un desierto.

Nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizá sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada.

No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en primavera o cómo aletean los insectos. Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada.

El ruido sólo puede insultar nuestros oídos. Después de todo ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras, ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde del estanque?

Soy un piel roja y nada entiendo. Pero nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con el aroma de los pinos.

El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento, los animales, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire.

El hombre blanco no parece consciente del aire que respira, como un moribundo que agoniza insensible al hedor; pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire nos es inestimable, que comparte su espíritu con la vida que sostiene.

El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida también recibe sus últimos respiros. Si les vendemos nuestras tierras, deben ustedes conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas.

Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla pondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra igual que a sus hermanos.

Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo cómo una máquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros sólo matamos para sobrevivir.

¿Qué sería del hombre sin los animales? Si fueran exterminados, el hombre moriría de una gran soledad espiritual, porque lo que le sucede a los animales, también le sucede al hombre.

Todo está enlazado. Por eso deben enseñar a sus hijos que el suelo que pisan son las mismas cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra se halla enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos como nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo se escupen a sí mismos.

Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra. Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado.

Todo lo que le ocurre a la tierra les ocurrirá a los hijos de la tierra.

El hombre no tejió la trama de la vida; él es tan solo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo.

Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, puede quedar exento del destino común. Después de todo quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubrirá algún día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar que Él les pertenece, lo mismo que desean que les pertenezcan nuestras tierras, pero no es así. Él es el Dios de los hombres, y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para Él y si se daña provocaría su ira.

También los blancos se extinguirán, quizá antes que las demás tribus. Contaminan sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos.

Pero ustedes caminarán hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza de Dios que los trajo a esta tierra y que, por un destino especial, les dio dominio sobre él y sobre el piel roja. Este destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes. ¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila? Desapareció.

Así termina la vida y empieza la supervivencia."

No hay comentarios: